La ventilación se postula como esencial para mantener unas condiciones óptimas en la lucha contra el coronavirus. Siguen añadiéndose datos que nos ayudan a comprender mejor el comportamiento de la COVID-19. Mientras casi la totalidad de Europa está en fases intermedias de desescalada, se estudian medidas preventivas y de seguridad para retomar, cuanto antes, la actividad económica.
El principal problema al que se tienen que enfrentar empresas, autoridades y población general, es el de la distancia social. Un requisito que se complica en espacios cerrados y que ha puesto en el ojo del huracán, en estas últimas semanas, a la ventilación y todos los sistemas artificiales que utilizamos en épocas veraniegas.
Ventilación natural: opción aconsejable
La calidad del aire siempre ha sido uno de los motivos de mayor preocupación para la salud. La llegada de la COVID-19 ha puesto a la ventilación y la renovación de aire a la cabeza de las medidas más urgentes. La renovación del aire se ha convertido en motivo de preocupación para los diferentes estados, que ven como las fases de desescalada imponen nuevos retos a superar.
Muchos países han establecido la necesidad de ventilar para evitar un carga excesiva de aire enrarecido y alejar las opciones de contagio. Estudios científicos han confirmado que el aire contaminado puede provocar irritaciones de ojos, nariz y garganta, sensación de sequedad en la piel, ronquera, respiración dificultosa, eritemas, dolor de cabeza, náuseas, mareos y vértigos. Un escenario el que el cornavirus se vuelve más peligroso.
A a hora de determinar las causas de la contaminación del aire se hacen dos grandes bloques:
- Agentes externos naturales o derivados de aparatos o actividad humana. Es el caso del humo del tabaco, los productos químicos derivados de productos tales como ambientadores, insecticidas o cosméticos, el CO2 propio de la respiración o la basura. Establecer flujos de aire regulares que eliminen estas fuentes, o reducir sus emisiones son factores muy a tener en cuenta.
- En un segundo grupo se encuentran los materiales de construcción y el estado de conservación de los hogares y negocios. En ese segundo grupo se hace especial hincapié en factores que pueden provocar incremento de contaminación debido a algunos materiales de construcción o la presencia de agravantes como las humedades.
Las humedades son factor de crecimiento para organismos como mohos y ácaros, causantes de muchas alergias y afecciones pulmonares. Una ventilación adecuada favorece eliminar esporas y excesos de población en este tipo de organismos dañinos para la salud.
Los aires acondicionados también están bajo vigilancia. Uno de los problemas de estos aparatos es que no renuevan el aire y solo lo recirculan. Un problema que ya se ha señalado en varios países a la vista del uso generalizado de estos aparatos en verano.
Una ventilación natural es lo más recomendable, siempre que sea posible. Aunque no siempre es posible una ventilación natural eficiente. En esos casos se puede apostar por medios artificiales que se basen en la renovación completa del aire. Es el caso de la CTA, central de tratamiento de aire, que renueva y regula la temperatura del aire de hogares y empresas.
El aire que respiramos se ha convertido, con la llegada del coronavirus, en una factor esencial para nuestra salud. La llegada del verano puede ser el momento para adquirir buenos hábitos o mejorar las instalaciones de hogares y empresas para tener un aire renovado y saludable.