Manchas, malos olores, aire insalubre y una grave amenaza para la salud e higiene de tu hogar y de los tuyos. La humedad es necesaria, pero nadie quiere un problema de humedades acechando tras el rincón.
Hemos repasado en muchas ocasiones los orígenes más habituales para la aparición de humedades: condensación, filtraciones y capilaridad.
La condensación es la más fácil de detectar, ya que se produce por nuestra propia actividad diaria en casa. Cuando detectamos que el vaho, después de la ducha, no se va adecuadamente o cuando nuestra cocina conserva esas molestas gotas de agua, mucho después de cocinar, sabemos que tenemos por qué preocuparnos.
Las humedades por filtraciones son sencillas de detectar porque suelen darse en lugares cercanos a masas de tierra o a fallos estructurales que filtran el agua desde el exterior. Manchas, abombamientos en pintura y azulejos o pequeños charcos en garajes o sótanos son señales inequívocas de que el agua está penetrando por algún lado.
Pero, ¡ah, la capilaridad! El efecto por el que el agua (o cualquier otro líquido no demasiado denso) se cuela por pequeños poros de los materiales y asciende hasta lugares donde no podría hacerlo de otro modo.
Uno de los grandes problemas de las humedades por capilaridad es que confunden sus síntomas con los de las filtraciones o la condensación. Una mancha, el mal olor o las gotas de agua en lugares no habituales son causas comunes a los tres tipos de orígenes de humedades. Y bien sabemos que la mejor forma de eliminar un problema de humedades es erradicarlas desde su origen.
¿Cómo puedo detectar un problema de humedades por capilaridad?
La mejor forma es la prevención y la observación. Sabemos que los problemas de humedades habituales están basados en fugas de agua, diferencias de temperaturas (lo que genera condensación) y presencia de humedad relativa abundante (por ejemplo durante épocas lluviosas).
En primer lugar recomendamos revisar la instalación de agua de manera periódica, y ser especialmente cuidadosos cuando nos vamos de casa durante una temporada (por ejemplo en vacaciones). Revisar grifos, tuberías y saber la posición de las bajantes en el caso de vivir en un edificio vertical, son acciones muy sencillas que nos prevendrán de posibles problemas. También es interesante revisar los sistemas de drenaje de aguas (canalización, alcantarillas), sobre todo en viviendas unifamiliares.
También podemos descartar la capilaridad conociendo bien los síntomas de la condensación. Exceso de vaho en espejos del baño, salpicadero de la cocina o ventanas, son ejemplos claros de posible problema de humedades por condensación. Encontrar ese vaho, manchas, o pequeñas gotas de agua, en lugares alejados de estos lugares nos deben poner alerta.
Y por último podemos vigilar los malos olores o humedad en zonas poco visibles u objetos. Por ejemplo, detectar que el textil del hogar está húmedo es un síntoma probable de humedades. Abombamientos en los suelos (sobre todo de madera), nos pueden dar pistas. Olores o manchas en zonas alejadas de drenajes o zonas de tierra también son una buena señal.
Lo más importante, en todos los casos, es que al detectar un problema de humedades no tratemos de solucionarlo por nuestra cuenta y tratemos con profesionales acostumbrados a lidiar con las molestas humedades.