No son pocas las veces que oímos, vemos o nos cuentan noticias de monumentos, catedrales, obras de arte o inmobiliario urbano que, por un motivo u otro, corren peligro de desaparecer o dañarse sin que nadie lo impida.
A veces por la antigüedad, otras por falta de mantenimiento, falta de recursos o dejadez de los propietarios, eso sí, en cualquiera de los casos y a poco que te descuides, los actos vandálicos brillan y mucho por su presencia y continuos ataques.
Es el caso de las marquesinas de los autobuses, de las papeleras, las señales de tráfico, los contenedores de basura o las farolas, fuentes complementos de los parques. El paso del tiempo las deteriora pero son más las veces en que la actuación humana tiene algo que ver, incluso más que el propio desgaste de los elementos por antiguos o las inclemencias meteorológicas. Grafitis, golpes, bombillas reventadas, metacrilatos y vidrios rotos, soportes arrancados, cables cortados, plásticos quemados, columpios rotos y un largo etc.
En las construcciones lo que más mella hace es la falta de recursos con los que poder llevar a cabo un mantenimiento adecuado tanto de los edificios como del resto de monumentos de patrimonio. Aquí sí podemos decir que tiene más importancia el paso del tiempo o el clima, además de la falta de civismo claro está.
Nos referimos por ejemplo a la Catedral de Santiago, que lleva tiempo con reparaciones y varios problemas de humedades en sus torres, en el pórtico de la Gloria…, así como el Acueducto de Segovia, con continuas filtraciones en varios tramos de su armazón que ponen en riesgo su estabilidad, o como recientemente hemos conocido que ocurre en la desfavorecida por el terremoto en 2011 localidad murciana de Lorca, cuya iglesia de San Pedro ha sufrido ya varias inundaciones por las lluvias y, en consecuencia, los efectos del agua en su estructura, sin olvidar otros problemas actuales en edificios históricos de Salamanca y muchas otras ciudades españolas.
No maltratar lo que nos rodea, o más bien, intentar cuidarlo lo máximo posible para que dure, además de evitarnos un gasto extra a todos, porque no olvidemos que estas reparaciones quienes las pagamos somos nosotros mismos, facilitará la conservación y prolongará el disfrute de las cosas para nuestro propio beneficio.
Igual que cuidamos nuestra casa, nuestros muebles, nuestra ropa, nuestras plantas, nuestros coches, nuestras bicis y tolo lo que es nuestro, ¿por qué no cuidar el resto de las cosas que están a nuestra entera disposición?