En los últimos tiempos la palabra ahorro se ha vuelto omnipresente. Ahorrar es una obsesión para todos y para todo. Queremos gastar menos en gasolina, comidas y actividades de ocio. Revisamos con lupa las facturas de teléfono, luz y agua; así como comparamos y damos mil vueltas antes de comprar algo o contratar algún servicio. Cualquier inversión, en estos tiempos, es de riesgo. Ahora bien, ¿y si empezamos a pensar en ahorro dejando de un lado el terreno económico? Es decir, además de nuestro bolsillo es necesario, cada vez más, cuidar el entorno que nos rodea y los recursos que nos ofrece. Para ello, quizá, en lugar de ahorrar habría que dejar de despilfarrar.
Lavarse los dientes con el grifo abierto, dejar las luces encendidas, abusar de la calefacción o el aire acondicionado… Usar el coche en trayectos que bien podrían hacerse a pie o en transporte público, abrir o cerrar ventanas y puertas sin pensar en conservar el calor o el frío que se va, olvidarse de que el medio ambiente no es infinito y que si no se cuida se agota…Todos son hábitos cotidianos que realizamos sin pensar en ellos y que van en contra del desarrollo sostenible al que deberíamos contribuir. Por tanto, tratamos de ahorrar todo lo posible, en lo que al bolsillo respecta, pero no aplicamos la austeridad cuando se trata de conservar la naturaleza y asegurar los recursos a los que vienen.
En este sentido, la energía juega un papel muy importante. Hay electrodomésticos y aparatos electrónicos que siempre están enchufados; del mismo modo que ponemos la calefacción o el aire acondicionado a temperaturas extremas, a pesar del gasto energético que eso supone, cuando podría mantenerse una temperatura confortable consumiendo mucha menos energía. Llegados a este punto es momento de comprobar si en nuestra casa tenemos alguna fuga de energía; por ejemplo, si una ventana o una puerta no cierra bien el calor en invierno se escapa y el frío en verano se esfuma. Algo parecido sucede cuando la vivienda sufre en su estructura un exceso de humedad, ya que alguno de las consecuencias de este problema es la formación de corrientes de aire frío, que hacen que el cambio de temperatura entre habitaciones sea muy brusco y tengamos que aumentar los grados de la calefacción.
En casos como este, además de despilfarrar energía y no colaborar con el desarrollo sostenible del planeta, estamos yendo en contra de esas leyes de austeridad doméstica que nos hemos impuesto. Para arreglar los dos problemas no hay más que eliminar su origen de raíz: acabar para siempre con la humedad estructural, para lo cuál basta con entrar en la web de Murprotec, hacer el diagnóstico online y llamar a sus técnicos cuanto antes.