Las calderas arrancan motores. En pocos días hemos pasado de ir en manga corta a no poder salir de casa sin jersey y chaqueta. El paraguas se convierte en compañero de travesías perenne y las miradas a la ventana cuando se acerca la hora de salir de la oficina se multiplican. “Que no llueva en la vuelta a casa”, suplicamos más de uno pensando en lo fría que estará cuando lleguemos a ella, más aún si entramos con los pies mojados. Un sentimiento que se cruza con otro, entrando ambos en conflicto, al pensar en el incremento del coste de las facturas de aquí en adelante. Los aparatos para calentar el hogar empiezan a funcionar al mismo ritmo que nuestra hucha doméstica comienza a perder activos. ¿Es incompatible el ahorro con la calefacción?
Está claro que a base de mantas en el sofá y calcetines y bufandas no podemos pasar un invierno; habría que sacrificar demasiada calidez y bienestar por llegar menos asfixiados a final de mes. No obstante, no es incompatible una cosa con la otra, ya que existen algunos trucos para que la economía doméstica no sufra más achaques. Quizá el más eficaz a largo plazo sea detectar y eliminar aquellas fugas de energía, en este caso de energía calorífica, que provocan no sólo que la vivienda no se caliente lo suficiente como para estar cómodos, sino que también genera algún que otro mal trago al consultar las facturas.
Una de las causas más comunes por las que se derrocha energía es la existencia de algún problema de humedad en la estructura de la casa. Pero, ¿cómo averiguarlo? Por ejemplo, si notamos que a la calefacción le cuesta trabajo calentar la casa, por mucha fuerza que le demos, o que se crean corrientes de aire frío entre habitaciones y la temperatura varía mucho entre unas estancias y otras, probablemente el nivel de humedad ambiental en el hogar sobrepase los límites normales. Si es así, antes de girar la rueda de la temperatura al máximo y lamentarnos cuando paguemos los cargos del gasto en electricidad o calefacción, pensemos quién puede solucionar este problema doméstico (y económico).
En supuestos como este la solución es sencilla, no hay más que cerrarle la puerta a la humedad y no dejarla entrar en casa. Y el remedio no es acallarla subiendo los grados en las habitaciones. Esto, más bien, generaría los daños coyunturales a nuestro bolsillo. Sin duda, tenemos que eliminar para siempre las humedades con los tratamientos adecuados. Los de Murprotec garantizan la erradicación de este problema y todos los producidos por él de forma definitiva. Mientras os decidís a realizar la llamada que os traerá algo más que ahorro en calefacción, podemos seguir algunos consejos como no abrir las ventanas más de 15 ó 20 minutos al día en las épocas más frías o mantener cerradas las habitaciones en la que entramos poco.