Es hora de ir sustituyendo la ropa de verano por la de invierno. Las sandalias dan paso a las botas y los jerséis de hilo a los abrigos. Mientras que algunos estamos ilusionados por el cambio de temporada, otros resoplan con pereza al pensar en la mudanza de vestuario. Suspiros que aumentan cuando al abrir el altillo o el armario del trastero un olor a cerrado, a viejo, a mojado sale de él como una exhalación. Los peores presagios se cumplieron, en ese caso, muy probablemente tengamos un problema de humedad. Seguramente, el hedor provenga de la presencia de moho.
A menudo grisáceo o tirando a verde, el moho es un cúmulo de hongos que se reproducen, tanto en exterior como en interior, cuando el ambiente es cálido y húmedo. Los armarios cumplen estos requisitos en aquellos casos en los que la vivienda está situada en climas que satisfacen estos requerimientos, por ejemplo en zonas cercanas al mar; cuando guardamos en ellos objetos mojados, que al secarse entre cuatro paredes genera vapor de agua que impregna las paredes; o cuando los muros que rodean el armario contienen humedad en exceso. En cualquiera de estas situaciones, el mal olor puede estar acompañado de manchas en las paredes, por lo que bastará con dar un vistazo al interior del armario para comprobarlo.
Lo peor de la proliferación de moho en estos lugares es la infestación de todos los enseres que se encuentren allí guardados. ¿Quién no ha tenido que incluir una visita a la tintorería en el recorrido entre el trastero y el dormitorio? La peste de estos hongos penetra en los tejidos de la ropa de tal forma que no es suficiente sacarlos al tendedero y airearlos. Sin embargo, el mayor problema de la acumulación de hongos es que no es una cuestión superficial, sino que tan sólo es el síntoma de un mal mayor: el exceso de humedad en los muros de la casa.
No obstante, no hay que tener miedo a adentrarse en los desvanes; y los más perezosos, tampoco deben aprovecharlo como excusa. Cuanto antes notemos el tufillo a rancio, más pronto veremos la mancha en la pared -o lo que es lo mismo, el moho pegado al interior de nuestros muebles- y antes podremos empezar la lucha contra estos hongos no comestibles, aunque tan nocivos como las setas venenosas. El mal olor no es más que una de las consecuencias de estos invitados, que son sólo la tarjeta de presentación de la temida visita de la humedad estructural.