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A jugar como niños

El maravilloso mundo de los niños, los juegos, los juguetes, el recreo, los amigos… todo diversión y felicidad. Qué recuerdos, todos nos acordamos a menudo de esa época, cuando hacer daño era trampa y multiplicar un lío, como dice la canción, moldear la plastilina para crear las formas más inverosímiles todo un reto, correr a todas partes porque era más divertido o usar las clases para pintar garabatos, cantar, bailar e incluso, echarnos la siesta después de comer! Quién lo pillara…

¿Os acordáis de nuestros columpios? de hierro oxidado, con ruedas de coche para balancearnos y arena dura, seca y no muy limpia para rebozarnos y hacer muñequitos de barro…Nos divertíamos mucho, y cuando nos manchábamos, más, sobre todo al saltar encima de los charcos, una maravilla de la que nuestros padres se acuerdan ahora con risas pero que entonces les daban ganas de matarnos. Nuestras madres sobre todo, que al llegar a casa lo primero que hacían era meternos debajo de la ducha y echar la ropa a la lavadora, por no meternos a nosotros también. Y volver a coser las rodilleras del chándal que se habían despegado y roto una vez más. Mucho trabajo que hasta ahora, que ya somos menos niños, no les habíamos reconocido, y los que tienen hijos, sabrán de lo que hablo, ¿a que sí?

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Los problemas venían cuando todavía no podíamos aguantarnos antes de llegar al baño y nos calábamos enteros. Muchas veces porque aún éramos demasiado pequeños y otras porque nos moríamos de la risa sin control alguno. Nuestras madres con esto estaban encantadas también, tanto que si no te daban un azote, al menos descargaban la rabia regañándote, porque eso, además de tener que saber controlarlo solos a esas alturas, nos podía llevar a que nos resfriásemos. Como cuando no nos secábamos el pelo en invierno después de la ducha para ir al cole, o se nos ocurría hacer una batalla de globos de agua o estar eufóricos jugando en pleno día de lluvia porque molaba un montón. Que lucha tenían con nosotros siempre.

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El caso es que todas, o casi todas las veces tenían razón. La humedad, al igual que ocurre en casa y en los edificios, no es buena para la salud. Si la tienes en casa, porque te puede provocar alergias, o empeorarte enfermedades como el asma. Y si es porque te has mojado pisando charcos o porque jugabas mientras estaba lloviendo, te puedes coger un catarro enorme.

Pese a todo, la mayoría de nosotros volveríamos a hacerlo, ¿o no?

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