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Con los pies fríos no se piensa bien

Como cantaba Pereza a la llegada de la Estrella Polar, con los pies fríos no se piensa bien. Una sensación más que frecuente ahora que acabamos de darle la bienvenida al mes de noviembre y podemos decir que el frío ya está aquí para hacernos compañía una larga temporada. Hay personas a las que les resulta del todo placentero pasar los pies desnudos por las sábanas frías de la cama o caminar descalzos para sentir el suelo fresco. Sin embargo, otros piensan todo lo contrario. “Hasta que no me caliento los pies no soy capaz de dormir” o “si tengo los pies fríos da igual cuanto me abrigue que sigo teniendo frío”, son frases que se repiten muy a menudo en la recta final del año.

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Entre este último grupo los habrá frioleros, que no den con el calzado adecuado o que subestimen a las bajas temperaturas al vestirse y no se den cuenta de las consecuencias hasta que pisan la calle. Aunque, dentro de los más sensibles al frío también estarán quienes no sepan por qué tienen tanto frío si la calefacción está a tope, los calcetines de lana los llevan puestos y todo está cerrado. Eso si estamos en casa, pero cuando estamos fuera de ella, ¿será que nos está entrando agua por el zapato? Y, a continuación, miramos la suela y nada, está intacta. ¿Por dónde entra el frío? Un diálogo interno similar protagonizan los que, además de tener los pies fríos, tienen el hogar. Se repiten las preguntas y los actos.

Una pared del sótano que empieza a ser el cobijo de moho. Revisamos las ventanas y puertas y todo está bien sellado y cerrado. Echamos una ojeada a la habitación por si hubiera alguna grieta o fuga, pero todo resulta estar en orden. Como con los pies fríos y los zapatos, ¿por dónde entra la humedad? Pues resulta que debido a la presión que el terreno ejerce sobre los cimientos y muro de la vivienda, si ésta no está correctamente impermeabilizada, el agua de la tierra que rodea a la construcción penetra en ella. De esta forma se genera un problema de humedad por infiltración.

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No hay charcos ni goteras, al igual que nuestros calcetines no están mojadas, ni ningún resto de agua. Se trata de humedad, invisible y discreta hasta que comienza a hacer acto de presencia a través de manchas en la pared o pintura que cae y que, en el peor de los casos, puede decir aquí estoy yo por el debilitamiento de la capacidad de carga de los muros. Para no llegar al extremo, ni sufrir una gran obra, Murprotec nos propone un tratamiento revolucionario que no necesita ni movimiento de tierras ni el uso de maquinaria pesada.

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