Es difícil huir del espíritu navideño a estas alturas. Las calles ya están preparadas con sus luces para iluminar la víspera de estas fiestas, los escaparates ya hace tiempo que se ocupan de los regalos e indumentaria para los acontecimientos que vienen y muchos ya estarán pensando dónde guardaron el año pasado el árbol de Navidad o el portal de belén. En este último grupo temerán por cómo se encuentren los adornos y demás, después de un año metidos en cajas, sin saber muy bien dónde ni cómo lo guardaron. Serán muchos los que, por gusto o por necesidad, tendrán que acercarse a algún bazar para reponer las bolas y el espumillón; para otros, aquellos más tradicionales, es el momento de acercarse a un vivero para recoger el abeto que más se adecue al espacio del que disponen. En cualquier caso, es tiempo de disfrutar en familia y entre amigos.
También es tiempo, si nunca lo habéis hecho, de pensar cómo debemos conservar un abeto navideño para que permanezca durante todas las fiestas con el aspecto del primer día. Aunque la mayoría de familias opta por los árboles artificiales, ya que la vida en la urbe, a menudo, limita la capacidad para conservar el abeto natural después de la Navidad, todavía son muchos los que prefieren seguir fieles a esta tradición de origen germano, aunque importada a España desde Norteamérica. Para ellos hay una serie de recomendaciones, la primera y más importante es replantar el árbol en algún jardín una vez hayamos recogido los regalos, impidiendo que se seque y acabe muriendo. Para ello, es necesario abono y un regado diario, pero no abundante. Por otra parte, a pesar de que los abetos se adapten con facilidad a cualquier ambiente, bien es cierto que prefiere los climas fríos y templados para crecer. En el mismo sentido, el nivel de humedad debe ser elevado, ya que difícilmente resiste un clima de aire seco.
Un abeto, además de luces y adornos que invadan la casa de la magia de la Navidad, requiere un espacio grande, del que desafortunadamente no todos disponemos. Lo que sí que podemos es adornar la casa con plantas y flores. Éstas también requieren unas condiciones de luz, temperatura y humedad adecuadas, sin importar la época del año. Por lo que es muy importante para que estos seres vivos no se marchiten mantener controlados tanto el calor y el frío del lugar en el que se encuentren, como el grado de humedad, ya que tan malo es el exceso como la falta de ella.
No ocurre lo mismo con la estructura de la vivienda, que puede deteriorarse en gran medida debido a la presencia de humedad en sus muros y cimientos. Así que para conservar las plantas, y la fortaleza de la estructura de nuestra casa, hay que mantener a raya a la humedad ambiental. Y cuando veamos que supera los límites y empiezan a descubrirse síntomas, tenemos que hacer una llamada, ni a reyes que vienen de Oriente ni a barbudos que habitan en Laponia, sino a expertos antihumedad con nombre propio: Murprotec.